Portfolio

Santander, Cantabria. 1987.

Con mi primera cámara analógica aprendí lo que era la luz, también lo que costaba una foto. Me enseñó que debía pensar antes de disparar, pues cada imagen era única. Eso me dio el cuidado que tengo con mis trabajos, que, por suerte, no he perdido.

Experimentar, investigar, seguir aprendiendo… eso es lo que me encanta de la fotografía, que te permite probar y encontrar cosas nuevas con las cuales expresar ideas o sensaciones imposibles de contar con palabras.